Domingo vigésimo del tiempo ordinario
Salterio IV
Nota Importante: utilizar esta aplicación con el celular en silencio durante la
celebración de la misa, para seguir las lecturas, oraciones y acompañar con el canto.
INTRODUCCIÓN
El evangelio de este domingo es extraño. Primero habla que el Señor ha venido a traer fuego, y que “desearía que ya estuviera ardiendo”. Y luego habla de que ha venido a traer divisiones y no la paz. Pareciera ser lo contrario a lo que uno pueda esperar como un don de Dios. Sin duda son expresiones que requieren una explicación.
El fuego en el Antiguo Testamento es signo de la presencia de Dios, el cual interviene en la historia del hombre. Uno de los pasajes más significativos que tenemos es el de la zarza ardiente que a pesar de quemarse no se consumía. El fuego no tiene relación con la destrucción, sino con la purificación y la salvación. Ya en el nuevo testamento, el mismo Cristo, al hablar del trigo y la cizaña, plantea que es bueno esperar el momento de la cosecha y ahí separar el trigo de la cizaña y enviar a ésta última al fuego. Hay que aclarar que el Señor no quiere condenar ni “quemar” a nadie. El fuego de Cristo es un fuego que salva, limpia y cura. Y se refiere a su Palabra, que siempre es un mensaje de salvación. El Señor desea, en el evangelio de hoy, que su Palabra ya esté viva en nosotros, que nos libere de aquello que nos ata y nos convierta en hombres y mujeres libres.
Es entonces cuando surge la expresión más extraña de todas: “¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? No he venido a traer paz sino la división”. El Evangelio no nos deja indiferentes, sino que nos obliga a tomar posturas y decisiones frente a temas esenciales de nuestra vida: la forma de relacionarnos con el prójimo, la relación con los bienes, el lugar de Dios en nuestra vida… Quien escucha la Palabra del Señor no puede continuar con su vida como si nada hubiera pasado. Necesariamente debe definirse frente a ella. Es cierto que en muchos temas quisiéramos que no pasara nada en nosotros, pero la luz del evangelio nos molesta y nos saca de nuestras comodidades. El evangelio encuentra resistencias en nosotros de aquello que quiere mantenerse igual, en un falso equilibrio. Estamos capacitados para ver, pero no queremos abrir los ojos. Y lo peor es que no es por ignorancia, sino por comodidad. Esto sucede en nuestra propia vida, en nuestras familias, la sociedad y también nuestra Iglesia. La resistencia al evangelio nos tienta con dejar las cosas como están, aunque sabemos que vivimos en injusticias y desigualdades, en medio de la violencia. Esa es la falsa paz que ofrece el mundo. Y es precisamente lo que el evangelio viene a romper.
Ejemplo de esto es la situación que vivimos en nuestra Iglesia chilena. El escándalo de los abusos y sus redes nos remece y cuestiona. Vivíamos en una aparente paz, pero no vivíamos en la verdad del Evangelio. Hoy estamos afectados, conmovidos con los que sufren, inquietos e incómodos. El cambio cuesta mucho, pero es necesario. Esta es la inquietud del evangelio, aquella que nos hace libres y nos permite vivir en la verdad.
PRIMERA LECTURA
Me has dado a luz, a mí, un hombre controvertido por todo el país.
Lectura del libro de Jeremías 38, 3-6. 8-10
El profeta Jeremías decía al pueblo: “Así habla el Señor: “Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia, y éste la tomará””.
Los jefes dijeron al rey: “Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”.
El rey Sedecías respondió: “Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes”.
Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En el aljibe no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro.
Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: “Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad”.
El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre de Cusa: “Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera”.
SALMO RESPONSORIAL 39, 2-4. 18
R/. ¡Señor, ven pronto a socorrerme!
Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.R/
Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos.R/
Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor.R/
Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí; Tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío!R/
SEGUNDA LECTURA
Corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
Lectura de la carta a los Hebreos 12, 1-4
Hermanos:
Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora “está sentado a la derecha” del trono de Dios.
Piensen en Aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 10,27
Aleluya.
“Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
No he venido a traer la paz, sino la división.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 49-53
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
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