Domingo trigésimo del tiempo ordinario

Salterio II

Nota Importante: utilizar esta aplicación con el celular en silencio durante la

celebración de la misa, para seguir las lecturas, oraciones y acompañar con el canto.

INTRODUCCIÓN

En la parábola del publicano y el fariseo, éste último es el que nos representa. La parábola la dirige a los que se tienen por justos y desprecian a los demás. Nosotros nos consideramos hombres y mujeres justos que intentamos vivir y hacer el bien. No se dice nada malo del fariseo, por el contrario, éste iba más allá de la ley. Pensamos que en esto consiste ser buenos cristianos. Incluso nos comparamos con otros que nos parecen menos “piadosos” o menos practicantes y quedamos tranquilos: cumplimos con nuestras obligaciones de cristianos.

Pero nos equivocamos, pues esto no es suficiente. La parábola no hace un juicio moral sobre el fariseo ni sobre el publicano. No se trata de la moral, que nos lleva a mirar al prójimo desde la justicia. La vida cristiana se trata de la caridad.

Es en este momento difícil que vivimos como sociedad chilena donde tenemos especialmente que aportar desde nuestra vida cristiana. Necesitamos construir una sociedad más llena de Dios. Nos hemos desarrollado rápidamente poniendo nuestra confianza en nosotros y en lo inmediato. Y hemos dejado a Dios fuera. Y sin un Dios que es Padre, nosotros no somos hermanos. Nos hemos convertido en asalariados, perdiendo nuestra condición de hijos y hermanos.

Junto con esto hemos puesto por sobre la caridad a la justicia. Les exigimos a los demás cómo deben pensar y cómo deben actuar. Tendemos a dividir entre los buenos y los malos, y nos hemos convertido en una sociedad insoportable para muchos. Ha desaparecido entre nosotros una forma muy cristiana de amar: el perdón. Nuestra forma de vida en común debe cambiar. Tal vez sin darnos cuenta, hemos herido a otros con nuestra forma de ser y de tratarnos. Y esto no puede seguir así.

Está claro que la violencia termina invalidando hasta las causas más dignas. Pero no dejemos que ésta nos enceguezca y preguntémonos cuál es nuestro rol en esta profunda crisis social que vivimos. Hay cosas que deben cambiar. Pero sobre todo soy yo el que debo hacerlo.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

La súplica del humilde atraviesa las nubes.

Lectura del libro del Eclesiástico   35, 12-14. 16-18 

El Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja.

El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes.

La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.

SALMO RESPONSORIAL   33, 2-3. 17-19. 23

R/El pobre invocó al Señor, y Él lo escuchó.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R/

El Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando los justos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias.R/

El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en Él no serán castigados. R/

SEGUNDA LECTURA

Está preparada para mí la corona de justicia.

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo  4, 6-8.16-18

Querido hijo:

Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.

Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta!

Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león.

El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A Él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   2Cor 5, 19

Aleluya.

Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

EVANGELIO

El publicano volvió a su casa justificado, pero no el fariseo.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 9-14

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola:

Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas.

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!

Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

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