Domingo tercero de Adviento
Salterio III

Nota Importante: utilizar esta aplicación con el celular en silencio durante la

celebración de la misa, para seguir las lecturas, oraciones y acompañar con el canto.

INTRODUCCIÓN

Las previsiones sobre el futuro del planeta no son esperanzadoras, para muchos son claramente catastróficas. La realidad social, política, económica de nuestro país se presenta llena de tensiones que nadie sabe cómo podrán solucionarse. La crisis de fe, la pérdida de valores, el debilitamiento de tantas certezas presagia años difíciles. 

Este sentimiento que tenemos hoy sobre nuestra sociedad no es distinto al que se vivía en tiempos del profeta Isaías, quien escribe la primera lectura de hoy. El autor ha vivido en uno de los períodos más difíciles de la historia de su pueblo: Jerusalén y su templo maravilloso habían sido destruidos, las personas más capaces y preparadas habían sido deportadas a Babilonia y, en la ciudad santa, reducida a un montón de escombros, solo quedaban los ancianos, los enfermos y los niños. Era un panorama sobre el que solo reinaba el silencio y la muerte: ninguna canción, ningún grito de alegría, solo tristeza y tantas lágrimas. Pues bien, justamente ante tal panorama ruinoso, el profeta pronuncia su oráculo lleno de optimismo: el desierto se transforma en una permanente primavera, en una alfombra de flores y de hierbas aromáticas, florecen narcisos y lirios, por doquier se oyen cantos de alegría y de júbilo.

Parece que el profeta delira, pero si se confía en el Señor, no tienen sentido el desaliento, los brazos caídos, las rodillas vacilantes. Quién se resigna frente al mal, quién lo considera ineludible muestra no creer en el amor y en la fidelidad de Dios que está personalmente comprometido con la historia de su pueblo. Quién cree no se desanima nunca, sino que reacciona, está convencido de que donde hoy el desierto se muestra árido e inhóspito, un día florecerá como un jardín. 

Lo que el profeta anuncia respecto al sordo, al ciego y al mudo es lo que Jesús invita a Juan Bautista a reconocer, pues la transformación del mundo ya ha comenzado.  Son las “flores del desierto” que comienzan a brotar. La invitación es a recorrer este camino santo, el camino que ha recorrido Jesús y que conduce al don de la vida. Es un camino interior, que te lleva al encuentro del otro en la verdad y la caridad. La invitación es a estar alertas y despiertos porque el Señor viene, la transformación ya ha comenzado y somos parte de ella.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Dios mismo viene a salvarnos.

Lectura del libro de Isaías   35, 1-6a. 10

¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.

Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados:

¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios!

Llega la venganza, la represalia de Dios; Él mismo viene a salvarlos.

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.

SALMO RESPONSORIAL 145, 6-10

R/Señor, ven a salvarnos.

El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R/

El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, y protege a los extranjeros. R/

Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R/

SEGUNDA LECTURA

Anímense, porque la Venida del Señor está próxima.

Lectura de la carta de Santiago   5, 7-10

Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en Nombre del Señor.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Is 61, 1

Aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre mí, él me envió a llevar la buena noticia a los pobres. Aleluya.

EVANGELIO

¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   11, 2-11

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:

¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?

Jesús les respondió:

Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!

Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo:

¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.

¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél de quien está escrito:

“Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”.

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

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