Domingo sexto de Pascua
Salterio II

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celebración de la misa, para seguir las lecturas, oraciones y acompañar con el canto.

Después del martirio de Esteban en Jerusalén, antes que el Evangelio se difundiese en el mundo pagano, el diácono Felipe lo predicó en Samaría, cuyos habitantes no profesaban el judaísmo ortodoxo. La alegre conversión de los samaritanos es coronada por la intervención de los apóstoles que tenían la prerrogativa de conferir el don del Espíritu Santo.

Pedro da una rápida mirada de la conducta cristiana, fruto de la adhesión de Cristo y de la gracia. El cristiano no debe temer o evitar al que juzga mal nuestra fe; con el testimonio de una conducta que refleje el evangelio, él desmentirá las críticas, oponiendo al mal el bien. Sufrir por la fe y abstenerse del pecado significa imitar a Cristo, muerto por los pecados y glorioso en el cielo.

El creyente permanecerá fiel a Cristo a cualquier costo, porque solamente observando sus mandamientos se demostrará a sí mismo y el mundo creer en Cristo, esperar en Él y amarlo. La práctica de la vida cristiana, animada por el Espíritu Santo, el consolador que Jesús ha prometido y dado, es el mejor testimonio evangélico frente a un mundo insensible a la realidad del espíritu y la gracia.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles    8, 5-8. 14-17

En aquellos días:

Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron sanos. Y fue grande la alegría de aquella ciudad.

Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

SALMO RESPONSORIAL  65, 1-3a. 4-7a. 16. 20

R/¡Aclame al Señor toda la tierra!

¡Aclame al Señor toda la tierra! ¡Canten la gloria de su Nombre! Tribútenle una alabanza gloriosa, digan al Señor: ¡Qué admirables son tus obras!R/

Toda la tierra se postra ante ti, y canta en tu honor, en honor de tu Nombre. Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres. R/

Él convirtió el Mar en tierra firme, a pie atravesaron el Río. Por eso, alegrémonos en Él, que gobierna eternamente con su fuerza. R/

Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí: Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia. R/

SEGUNDA LECTURA

Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro 3, 15-18

Queridos hermanos:

Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán todos aquéllos que difaman el buen comportamiento que ustedes tienen en Cristo, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo. Es preferible sufrir haciendo el bien, si ésta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal.

Cristo padeció una vez por los pecados -el Justo por los injustos- para que, entregado a la muerte en su carne y vivificado en el Espíritu, los llevara a ustedes a Dios.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO  Jn 14, 23

Aleluya.

El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14, 15-21

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:

Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce.

Ustedes, en cambio, lo conocen, porque Él permanece con ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.

Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque Yo vivo y también ustedes vivirán.

Aquel día comprenderán que Yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y Yo en ustedes.

El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él.

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