NOVENA DE NTRA. SRA. DE LOURDES
8 de Febrero de 2022
SEXTO DÍA
“Postrado ante el trono de vuestra majestad, Dios mío, imploro piedad y misericordia”
Párroco: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Canto mariano (P.Pedro). María de Nazaret
María de Nazaret, María me cautivó / hizo más fuerte mi fe / y por hijo me adoptó –
1.- A veces cuando me pongo a rezar, / en mis pensamientos vuelvo a soñar, / y con sentimiento empiezo a cantar: / María de Nazaret.
-La Virgen a quien Dios Padre eligió, / por Madre del Hijo santo de Dios, / María que nos conduce al amor / María de mi Señor.
Ave María, ave María, Ave María, Madre de Dios.
2.- Mujer que trajiste el don de la paz / de todos los hombres Madre serás, / en nuestros caminos siempre estarás, / llevándonos hasta Dios.
– María que vio a Jesús caminar, / María que le ha enseñado a hablar, / María la que sabía escuchar: /María de Nazaret.
Ave María, ave María…
Acto de Contrición (P.Pedro)
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, me pesa en el alma haberte ofendido, por ser Tú tan bueno y digno de ser amado. Te prometo, ayudado de tu gracia, nunca jamás volver a pecar. Amén.
Lector 1: Oración inicial para todos los días
¡Oh María Inmaculada, Santísima Virgen de Lourdes! deseando hacer esta novena con la mayor devoción de mi alma, y responder a la llamada, que en la persona de la humilde Bernardita has hecho a todos tus hijos, me coloco ante Ti para escuchar con atención tu voz, exponerte mis necesidades y solicitar tus amorosos cuidados. No me deseches, Madre mía, a pesar de mi indignidad; atiende únicamente al arrepentimiento que tengo por haber afligido tu maternal corazón y renovado la pasión de tu amadísimo Hijo, acude en mi ayuda durante esta santa novena, en la cual me propongo purificar mi alma y conseguir por tu intercesión el favor especial que solicito de la Divina Majestad y dar gracias a la misma, por todos los beneficios recibidos. Amén.
Lector 2: Meditación
Después de recomendarnos la Santísima Virgen que roguemos por los pecadores nos recomienda también que nos arrepintamos y hagamos penitencia de nuestros pecados. Es muy digna de consideración aquella insistente repetición de la palabra: «Penitencia, penitencia, penitencia.» Es como el grito amoroso de alarma salido del corazón de una madre, que ve en grave peligro a su amado hijo. Viendo en efecto desde la eterna morada los pecados e iniquidades que continuamente se cometen en el mundo; oprimido su corazón, de un lado por las ofensas que se hacen a Dios, y de otro por los castigos a que se hacen acreedores los hombres; viendo ya la divina diestra levantada para descargar el golpe sobre los miserables pecadores, se adelanta, baja a la tierra y nos advierte con solicitud maternal que hagamos penitencia de nuestros pecados, pues sólo haciéndola muy humilde y dolorosa, podremos vernos libres de los castigos que nos amenazan. Tal vez a ninguna otra época se puedan aplicar con más propiedad que a la presente las palabras de san Juan Bautista: «Haced penitencia, porque ya está el hacha puesta a la raíz del árbol, y todo árbol que no lleve buen fruto será cortado y arrojado al fuego.» Grabemos en nuestro corazón estas palabras del Bautista, y hagamos una verdadera y digna penitencia de nuestros pecados.
Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.
P. Pedro: Comenzamos el rezo del Rosario. Meditamos en este día martes los misterios dolorosos.
Lector (a): Rezo del Rosario .
Canto mariano: (P.Pedro)
Como Tú, María
1.- Quiero decir que sí, como tú, María, / como Tú un día, como Tú, María.
2.- Quiero negarme a mí, como Tú, María / como Tú, un día / como tú, María.
3.- Quiero entregarme a El, como Tú, María / como Tú, un día / como tú, María.
(se repite la primera estrofa)
Lector 3: Parte histórica
Los sucesos milagrosos se imponían a todos en Lourdes y sus cercanías. La multitud que acudía continuamente a la Gruta y las admirables transformaciones que se referían de Bernardita, habían excitado la curiosidad aún de aquellos que hasta entonces por un soberano desdén hacia lo que ellos llamaban superstición, no habían querido mezclarse con la multitud para examinar de cerca los hechos; resolvieron, pues, acudir en adelante a la Gruta, siquiera fuese para presenciar la decepción popular. Uno de esos espíritus fuertes o librepensadores, que no creía en nada de lo sobrenatural acudió a la Gruta el día siguiente a aquel en que la Santísima Virgen había encargado se le edificase una capilla. El mismo nos va a referir sus impresiones nada sospechosas.
«Llegué,» dice el Sr. Estrada, «muy dispuesto a examinarlo todo, y para ser franco a burlarme y reírme, esperando encontrarme con una comedia o con una farsa grotesca. Una inmensa multitud se iba reuniendo poco a poco alrededor de aquellos lugares, admirándome interiormente la sencillez de tantos necios y riéndome de la credulidad de una porción de mujeres que se habían arrodillado devotamente delante de las rocas. A la hora acostumbrada, hacia la salida del sol llegó Bernardita. Gracias a los esfuerzos que hice, pude, no sin harto trabajo, ponerme en primera fila, cerca de ella. Se arrodilló con naturalidad sin turbarse ni aturdirse por la muchedumbre que la rodeaba, sacó un rosario y principió a rezarlo. Bien pronto sus ojos parecieron recibir y reflejar una luz desconocida, quedándose fija, y deteniéndose maravillada, extasiada, radiante de felicidad, en la abertura de la roca. Miré en aquella dirección y nada vi, a no ser las desnudas ramas del rosal silvestre. Y no obstante ¿qué os diré? Ante la transfiguración de la niña, todas mis preocupaciones anteriores, todas mis objeciones filosóficas, todas mis negaciones preconcebidas cayeron de un golpe, haciendo lugar a un sentimiento extraordinario que me sobrecogió a mi pesar. Sentí la certidumbre de que allí se encontraba, un ser misterioso. Súbita y completamente transfigurada Bernardita, no era ya Bernardita; era un ángel del cielo. Su actitud, sus movimientos, sus menores ademanes, su manera, por ejemplo, de hacer la señal de la cruz, tenían una nobleza, una dignidad, una grandeza tan admirable, que si en el cielo se persignasen, solo pueden hacerlo como Bernardita en éxtasis. Yo estaba profundamente conmovido; procuraba retener el aliento para oír el coloquio entablado entre la Virgen y la niña, expresando ésta de ordinario a la par que un profundo respeto una inmensa alegría, aunque a veces una nube de tristeza venía a velar momentáneamente su rostro. Durante todo aquel tiempo conservaba su rosario en la mano, ora inmóvil abismada en la contemplación de aquel ser divino, ora pasándolo irregularmente entre sus dedos, o ya tomando el movimiento ordinario.» Hasta aquí el testimonio del Sr. Estrada.
En un momento dado, Bernardita se adelantó andando sobre sus rodillas desde el punto donde rezaba, es decir, desde las orillas del Gave hasta el fondo de la Gruta, que se hallaba a unos quince metros. Mientras subía aquella pendiente algo escarpada; oyó de los labios benditos de la Virgen Santísima estas palabras: «Penitencia, penitencia, penitencia,» las cuales, repetidas por Bernardita, fueron oídas muy distintamente por las personas que se hallaban a su lado.
Lector 1: Petición del Sexto Día
Postrado ante el trono de tu majestad, Dios mío, yo imploro tu piedad y misericordia. Vengo a Ti arrepentido, como el hijo pródigo, por haberme alejado de Ti por el pecado, y quisiera borrar con mis lágrimas y aún con mi sangre las ofensas que te he hecho. ¡Perdón! Señor; no lo merezco, porque muchas veces he despreciado tu gracia y reincidido en las mis culpas; pero en este día siento como se mueve mi corazón con especial arrepentimiento de mis pecados, y los deseos de no volverlos a cometer jamás. También me dirijo a Ti, Madre de misericordia, que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; Tu que me amonestas por medio de Bernardita que haga penitencia de mis pecados, ayúdame a hacer esta penitencia de manera digna, y que reciba la gracia de no volver a cometer los pecados que confieso.
Padre Pedro: Junto con esta intención personal, también presentamos las siguientes oraciones por nuestros hermanos vivos y difuntos, para que María Santísima interceda por nosotros ante su Hijo:
Sigue el Lector 1:
1.- Pedimos por todos los enfermos, en especial por quienes nos han pedido oración. Con María, Roguemos al Señor. (Escúchanos Señor, te rogamos).
2.- Por nuestras autoridades, para que Dios les llene de sabiduría y busquen el bien común. Con María, roguemos al Señor. (Escúchanos Señor, te rogamos).
3.-Por quienes están privados de libertad, para que puedan dirigir su mirada a Dios y se dejen transformar en las personas de bien que Dios desea que sean ellos. Con María, roguemos al Señor. (Escúchanos Señor, te rogamos).
4.- Por todos nuestros familiares y amigos difuntos, para que puedan gozar del Reino eterno. Con María, roguemos al Señor. (Escúchanos Señor, te rogamos).
Se pueden agregar otras peticiones o se deja un momento de silencio para la intención personal.
Lector 2: Oración de San Bernardo
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que nunca se ha oído decir que cuantos han recurrido a vuestra protección, implorado vuestra misericordia y pidiendo vuestro auxilio, hayan sido abandonados. Animado con esta confianza, ¡Oh Virgen madre de las vírgenes!, corro y vengo a Vos, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro a vuestros pies. ¡Oh Madre del Verbo!, no desatendáis mis oraciones; antes bien, escuchadlas favorablemente y dignaos acceder a ellas, Virgen gloriosa y bendita. Amén.
Se rezan tres AVEMARÍAS, añadiendo después de cada una de las Avemarías la exclamación: «VIRGEN, DE LOURDES, ROGAD POR NOSOTROS».
Lector 3: Oración Final
Inmaculada Señora y Madre mía, por el grande amor que has mostrado a los hombres, te has dignado aparecer en una tosca gruta e instruir a la joven y dichosa Bernardita; te ruego que también tu acción alegre mi corazón, y del mismo modo como has hecho brotar en la gruta de Lourdes aquel manantial riquísimo de cristalinas y saludables aguas, para remedio del cuerpo, derrama sobre mi pobre alma las dulces y fértiles aguas de la gracia, que apaguen mi sed por las cosas de la tierra, y limpien mi espíritu para que sea digno de los goces purísimos del cielo. Amén.
Se sigue con la Santa Misa…